Un grupo de hombres y mujeres encontró un lugar en común en torno al juego de tejo. Juntos crearon canchas en el Paseo del Bicentenario y todas las semanas le dan vida a un espacio donde son felices.
A principio de año con mucho de arrojo los primeros entusiastas se animaron a crear una cancha bajo unos árboles. Las siestas y las tardes cambiaron y cada día se sumaban más entusiastas. A la par gestionaron luces, agua y el uso de los sanitarios de Casa del Bicentenario, con lo que ya tenían su espacio y el grupo se autopercibió como “Los incansables”.
El juego consta de seis tejos y un tejín, la cancha es de 14 metros con una división en la mitad, los tejos deben pasar esa línea para poder seguir jugando, si el tiro no pasa la mitad queda invalidado. El que arrima mejor el tejo al tejín es el que va sumando puntos, similar a las bochas.
“Los martes y jueves además de jugar hacemos gimnasia”, comentó Celso Cepeda, que fue uno de los impulsores y un incansable promotor del juego. Todos los visitantes que se detienen a ver de qué se trata reciben una invitación para una partida.
“Acá venimos y estamos hasta tarde. Vamos y venimos por la cancha, cada jugador tiene su tiempo para concentrarse, nadie lo molesta ni tiene peligro de golpearse, así que, al final de la jornada nos movemos un montón”, repasó Cepeda, que se alegró por la incorporación de la disciplina en la Estudiantina de Reconquista y también en la de Avellaneda.
La mayoría son adultos mayores que llegan en bicicleta y motos. El ritual arranca con un repaso de rastrillo a la arena de las cachas. Los más experimentados tienen su cancha y juego de tejo preferido donde se van haciendo imbatibles. La concentración del juego no cierra la charla y las bromas y si el grupo se agranda también se encienden unos carbones para los choris. Son felices jugando en un lugar público como lo hicieron hace décadas en la arena de una plaza.
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